Por Carlos Andrés
Gallegos Valdez
México es
eliminado de la Confederaciones sin aliviar un poquito su estado de estrés. Los
goles de Neymar y Jo le dieron el triunfo y la clasificación al anfitrión
Brasil, que derrotó a un equipo paralizado. Cuando juega futbol, el Tri de José
Manuel de la Torre presenta sus uñas roídas, sus ojeras curtidas en la
permanente pesadilla y mira bamboleante a un perseguidor imaginario. Brasil no
extrañara al cuadro mexicano en esta Confederaciones. En la clase a la que acuden
selecciones nacionales campeonas de sus regiones geográficas, nadie se acordará
de México, porque ni el maestro ni los alumnos presenciaron brillantez en ese
niño que se sentó hasta atrás del salón, en un rincón.
Todos los
hombres y mujeres tenemos hábitos arraigados, Rutinas que se repiten
inconscientemente, asimiladas en la vida cotidiana. Algunos no salen de su casa
sin colgarse un crucifijo o ponerse una pulsera, otros se duermen con algún oso
de peluche o con la luz encendida, unos más riegan las macetas o lavan el coche
los fines de semana. El Chepo de la Torre tiene sus propios automatismos. Usa
una alineación y táctica que un enfermo de Alzheimer aprendería de memoria. Se
apega a los mismos jugadores: Maza Rodríguez, Torrado, entre los más criticados
por la afición. Hoy, el patrón del Tri cambió a algunos empleados de puestos
inferiores, quitó a Zavala, Aquino y metió a Torres Nilo, Hiram Mier y Gerardo
Flores. Pero las oficinas de los ejecutivos se mantuvieron intactas. Pero más
allá de la alineación titular, lo que no cambió en el Tri fue el juego
desplegado en la cancha.
Algunos
comentaristas dirán que el futbol de la selección mejoró. Pero es como decir
que en México, millones de pobres saldrán de su condición social porque se le
aumentaron dos pesos al salario mínimo. El Tri se limpió las lagañas de los
ojos con saliva y se peinó con los dedos de la mano, al no haber peine. Se echó
agua a los zapatos para dar la impresión de estar boleados y se lavó los
dientes con un chicle de menta. Es decir, la suciedad disfrazada. Durante
largos minutos, la oncena verde manejó el balón en campo de Brasil con fluidez paquidérmica,
las llegadas eran cohetes sin pólvora y, salvo excepciones, las flechas
dirigidas a la diana local terminaban lejos de la zona amarilla. En un juego
donde el resultado era vital para mantenerse con vida en la Confederaciones,
México intentó rebelarse ante su condición miserable, pero apenas remendó
algunos harapos y tapó uno que otro agujero del techo hogareño.
El partido,
celebrado en Fortaleza, inició con una ráfaga de llegadas brasileñas. Cómo
todos los chubascos, la lluvia se terminó en poco tiempo. Pero dejó daños
materiales. Neymar aprovecho un pase de Daniel Alves y remató de volea para
inaugurar el marcador en el minuto nueve con un gol vistoso. La nueva
contratación del Barcelona sacó el conejo del sombrero, aprovechando los
reflectores del teatro levantado por FIFA, para ganarse el reconocimiento como un mago
importante a nivel mundial. Al menos hoy, fue el mejor de la cancha. El gol de
Neymar agudizó el sonrojo de un equipo mexicano que iba tras el balón como
galgo persiguiendo una liebre mecánica. Pero luego de veinte minutos, el Tri se
animó a salir a la calle sin paraguas, pero no pisaba charcos ni mucho menos se
atrevía a caminar sin el amparo de los techos. Un tiro desviado de Hiram Mier
al 16’ y cobros a balón parado, fue la magra producción ofensiva mexicana en un
primer tiempo de escaso futbol.
La segunda
mitad empeoró en cuanto a despliegue futbolístico. A las pedradas mexicanas,
Brasil contestó con cierta indiferencia, ya que los proyectiles no le llegaban
al cuerpo. La selección de Luiz Felipe Scolari, un equipo sin el empaque de
otras potencias pamboleras, alternaba matices apenas luminosos con otros
oscuros y grises. El Scratch du Ouro era un álbum musical de diez canciones en
las que una o dos eran disfrutables. Pero el rival apenas podía cantar sin que
las desafinaciones le estropearan la melodía. México buscó el empate con
combinaciones de Giovanni Dos Santos o desbordes de Pablo Barrera, jugador que parece
actuar mejor en los ensayos previos que frente al público en el teatro, algo
endémico en el Tri del Chepo de la Torre. México sólo se animó a colocar dos
delanteros cuando el reloj ya casi marcaba hora y media de juego. No obstante,
ninguno de los cambios fructificó para elevar la anemia goleadora mexicana. Desde
el gol de De Nigris en Kingston, México es incapaz de marcar en jugada
elaborada en más de seis horas de juego. Con tantas rosquillas, el Tri engorda
a lo Homero Simpson. Cuando el partido ya estaba en tiempo de descuento, Neymar
se deshace de Mier y Rodríguez en una zona acordonada, y le regala un balón con
moño a Joao Alves, “Jo”, para que el delantero del Atlético Mineiro sentenciara
el encuentro y le entregue el boleto a semifinales a Brasil. México agonizaba y
finalmente murió tras la victoria de Italia ante Japón por 4-3.
Cuando era entrenador de la selección de
Argentina, Marcelo Bielsa motivó a sus jugadores con las siguientes palabras: "En
las peleas callejeras hay dos tipos de golpeadores. Está el que pega, ve
sangre, se asusta y recula. Y está el que pega, ve sangre y va por todo, a
matar. Muy bien, muchachos: vengo de afuera y les juro que hay olor a
sangre". El golpeador azteca
reculó desde el momento en que lo amenazaron con pegarle. En esta
Confederaciones, México se prefiguró la sangre y se desmayó de solo imaginarla.
Desde las Eliminatorias de CONCACAF, donde México cultivó una fobia a los
conglomerados de defensores parapetados en el Estadio Azteca y celebró empates
de visita como maná caído del cielo, el cuadro tricolor se hundió en una maraña
de miedos e impotencias que trasladó a Brasil. Ya en la Confederaciones, el Tri
se olvidó de caminar hacia adelante, aunque por momentos lo hizo hoy. La mujer sufrida, el papel de víctima que México
se aprendió en sus telenovelas y trasladó al futbol, solo le dio para llorar
las penas sin cambiar su destino, a lo Vivianita o Victoria Ruffo. México queda eliminado de una Copa
Confederaciones a la que nunca se presentó, al menos, para morir con las botas
puestas.
BONUS TRACK:
José Manuel
de la Torre se basa en un discurso lleno de ambigüedades. Palabras como circunstancias,
entrega, compromiso e intensidad, esquivan el diagnóstico de patologías más
concretas y disfrazan lo defectuoso como algo sólido, como vendedor de fayuca
que ofrece a sus clientes productos “originales”. La construcción de una
realidad alterna que El Chepo hace post-partido podría servir para atemperar
los ánimos de los futbolistas, pero sería una pesadilla para un psicoterapeuta.
Declaraciones evasivas, llenas de muletillas, que resultan insuficientes y
disonantes para explicar lo que realmente pasó en la cancha. Así que mejor
presento unas declaraciones del entrenador de la Selección, totalmente falsas,
pero bastante parecidas a la cuerda de muñeco que habla por él en las ruedas de
prensa:
DECLARACIONES
“Como ustedes saben, acudí al baño presa de un
torzón. Me senté para obrar, pero las cosas no salieron como lo esperaba. No
cagué una sola mierda, debido a un estreñimiento que tengo de dos días antes.
Me esforcé durante 15 o 20 minutos, pero finalmente la mierda no salió como la
esperaba. Incluso me sugestioné para estar nervioso y así la caca pudiera salir
con mayor fluidez, pero no fue así. Es duro perder contra los intestinos y el
ano de esa manera, es duro saber que pujas y pujas pero la mierda no quiere
salir y se aprisiona en tu barriga como preso en cadena perpetua. Rescato la
entrega, los sudores y las lágrimas expulsadas durante la fallida evacuación.
Pero lo
importante es tener salud. Si comparo mi situación con la de miles de enfermos
renales, diarreicos, los que expulsan sangre del ano y esos conejillos de indias
de hospital que tienen que cagar en bacinica portátil sin moverse de la camilla,
me parece que estoy muy bien. Como te repito, pese a mi estreñimiento, hay margen
para mejorar mi desempeño evacuatorio. Estoy tranquilo, porque tendré otros
torzones, otros llamamientos para cagar de nuevo, y con trabajo y esfuerzo espero
sacar todas las suciedades del cuerpo. No he fracasado en mi objetivo de hacer ‘del
dos’, al contrario, con mis pujidos y bailes en la taza di un gran avance para
que los desechos intestinales al fin salgan de donde están escondidos. Y un día
de estos, créanme, se logrará, porque tengo un gran sistema digestivo, mi
estomago está sano y me alimento lo más saludable posible para evitar ardores o
líquidos inoportunos al momento de sentarme en el WC.”
¿No sería más
fácil si tomara un laxante?, pregunta el reportero
“Aún confío
en mi sistema digestivo, de esta voy a salir con mucho sacrificio, No he
pensado en renunciar, creo en que puedo poblar la taza con grandes y espesos
mojones, y salir de esta situación”.
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