Por Andrés Gallegos
- A veces comprendo
el fastidio del futbolista por el periodismo. Juez implacable del resultado, la
prensa ridiculiza al niño malcriado de Arturo González por su payasada de tirar
un penalti de Panenka en el último minuto del Clásico Tapatío. La falla, al
vender más portadas que el acierto, vuelve inútil a quien lo protagoniza,
borrando sus antecedentes positivos en pos del escarnio público inmediato. Pero
si hubiera anotado, la misma prensa que lo ataca estaría besándole los pies,
animando su valentía y haciendo notitas ridículas sobre el genio del artista
rojinegro y otras hipérboles sobadas. Lo
dejaré claro de una vez. “Ponchito” solo es un joven que tomó una decisión cuyo
resultado fue negativo, pero al menos ejerció la voluntad de decidir, porque
para fallar hay que hacer algo. Lo peor es el miedo a fallar, porque los que no
fallan hacen nada, volviéndose burros, prejuiciosos y tercos.
Marcelo Bielsa, entrenador argentino del Olympique de
Marsella, tenía razón cuando dijo: "Tengo claramente visualizado que en los
procesos negativos todos te abandonan. Los medios de comunicación, el público y
los futbolistas. Y eso es natural, es propio de la condición humana. Nos
acercamos al que huele bien y el éxito siempre mejora el aroma del que lo
protagoniza. Y nos alejamos del que huele mal y en la derrota hace que seamos
mal olientes. Esto no es un reclamo, es la descripción de algo que llevo 30
años viviendo y que se repite en cualquier actividad humana. Nadie te acompaña
para ayudarte a ganar y todos te acompañan si has ganado. Es una ley de la
vida". Mal haría Arturo González en dejarse llevar por el ruido de un
entorno demasiado exaltado y fanatizado de los clásicos regionales, donde los
medios de comunicación contribuyen a esa histeria colectiva. Los atrevimientos
en el futbol siempre serán bienvenidos, pero se debe asumir que no siempre se
cristalizan. Un día Sebastián “el Loco” Abreu falló una Panenka que mandó a
Eduardo Acevedo, entonces entrenador de los Tecos, al desempleo. El uruguayo lo
intentó otra vez y mandó a Uruguay a semifinales de una Copa del Mundo.
- El fanático de The
Beatles, ese histérico sesentero que mutó en el nostálgico venerable de hoy,
habría llorado de felicidad si John Lennon y Yoko Ono se hubieran separado. Un
demente mató al rockero y los exaltados berrearon por doble motivo, por la
muerte de Él y la vida de Esa. Los fanáticos de Chivas sienten que el mundo se
les ilumina, porque al fin el vendedor de polvos dejó de beber el toloache con
que Angélica Fuentes lo embelesaba. Las mujeres fatales, las mujeres malas,
aderezan tragedias melodramáticas donde se le reprocha al “sexo débil” la
escultura de su cuerpo, la malignidad de su mirada concupiscente y la locura
que genera en los pobres hombres. El adagio popular “jala más un par de nalgas
que una yunta de bueyes” castiga con acritud a esas pendencieras tentadoras que
tomaron la manzana del Árbol Prohibido y llevaron a los varones a su perdición
paradisiaca. Las feministas se arrancarían los ojos al ver tantos insultos
proferidos a la “reina del gas”, culpable de todos los males de Chivas.
Es cierto que Angélica Fuentes fue incompetente y soberbia,
tomando decisiones erradas en la dirección del equipo rojiblanco, pero echarle
todas las culpas me parece una equivocación. Jorge Vergara ya cometía
equivocaciones graves cuando era un solterón codiciado. Nadie se acuerda del
despido injustificado de Benjamín Galindo en 2005; de contrataciones erradas
como las de Salvador Carmona o Heriberto Ramón Morales; de la indecencia que
resultó la salida de Daniel Guzmán, el aprendiz de entrenador que terminó
ganando una liga con Santos Laguna; o del circo que fue la salida de Hans Westerhof,
en su segunda etapa en 2006, gracias al “Consejo de Futbol” que nada hacía y
nada hizo. Desde 2002, Vergara es el mismo tipo que usa directivos desechables,
corre a patadas a los entrenadores con severidad de Chuck Norris, e incumple
promesas que se olvidan gracias a su incontenible hemofilia verbal. El
matrimonio solo desequilibró más el rumbo de Chivas hasta llevarlo a luchar por
el descenso. Así que los fans de Chivas podrán hasta firmar los papeles del
divorcio, pero eso no garantiza que la salida de Fuentes cambiará por arte de
magia al equipo. John Lennon apenas hacia buena música cuando se separó de los
Beatles, y eso tampoco era (total) culpa de Yoko Ono.
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