Por Carlos Andrés Gallegos Valdez
Tres partidos aciagos despertaron del largo sueño a la dinastía del Barcelona. Un empate a dos goles fue insuficiente para revertir el gol de Drogba en el partido de ida y en una sola semana se evaporaron las esperanzas de Liga y Champions. La tragedia de la oncena blaugrana se gestó con dos golpes tardíos pero certeros de Ramires y Fernando Torres, y en el penal fallado por Lionel Messi, actual insignia del futbol mundial que cometió un error que lo humaniza, lo vuelve más verdadero, le demuestra que para ganarse la gloria también hay que conocer el fracaso.
El libreto, más previsible que un melodrama de Televisa, mostró
a dos grupos de actores que realizarían los papeles destinados para sus
capacidades. El Barcelona atacó, mordió, presionó, lo intentó por las bandas,
con tiros de Lionel Messi, internadas de Alexis Sánchez y Andrés Iniesta, pases
de Xavi y Cesc Fábregas, y un juego continuo de posesión al que le sobraba muchos servicios laterales por fuera del área grande y le faltaba disparos de media y larga
distancia. Chelsea, por su parte, se apegó a los lineamientos militares del
catenaccio italiano de Roberto Di Matteo, los diez hombres defendiendo,
cortando balones por vías aéreas y terrestres, tapando las bandas con achiques
perfectos, y un Didier Drogba en expedición solitaria contra la defensiva rival.
Nada que no se hubiese visto antes.
El duelo empezó accidentado, casi con la necesidad de instaurar algún centro médico fuera del Camp Nou. Al minuto ocho, el galés Gary Cahill se lesiona la rodilla derecha tras elongar demasiado el músculo. Diez minutos después, Gerard Piqué, tema de conversación de medios deportivos que no hablan de deportes, salió lastimado por un fuerte golpe en la cabeza tras un choque con su portero Víctor Valdés. El central catalán tuvo que acudir al hospital.
La escuadra de Josep Guardiola insistió y al minuto 32 logró el primer gol tras un buscapiés de Isaac Cuenca que Sergio Busquets derivó mansa hacia la red. Todo indicaba que Barcelona disfrutaría de un viaje sin escalas a Munich, y más cuando John Terry regaló la tarjeta roja tras agredir con un rodillazo al chileno Alexis Sánchez. El Barcelona tenía un hombre de ventaja y el capitán del Chelsea demostró que la llamada “maldición de la Champions League” de su equipo, sólo podía ser eternizada por su propio temperamento.
El cuadro culé marcó el segundo al minuto 43. Lionel Messi escenificó su único acto de magia de la noche y con un pase exacto le regaló el gol a Andrés Iniesta, quien batió a Petr Cech con un tiro cruzado. La alegría en el Camp Nou era total, pero apareció Ramires, y a partir de allí, el lujoso coche blaugrana sólo fue en picada hacia el precipicio.
Cuando se contaban los segundos para el descanso, Frank
Lampard encontró dormidos a Carles Puyol y Javier Macherano, y mando el pase
justo para Ramires, quien despertó con baldes de agua helada al equipo local con
un disparo bombeado que sorprendió a Víctor Valdes, precipitado a la hora de
salir al achique.
El colectivo de Roberto Di Matteo, ya con uno menos, planteó una
guerra de trincheras, colocando trampas defensivas, con jugadores expertos en
batirse en el lodo. La muralla inglesa, fortificada por diez futbolistas y sin su
líder, bañándose en las duchas, hacía de todo para evitar ser vulnerada. Los mejores, Branislav Ivanovic, Ashley Cole y
Petr Cech, el arquero del casco, el checo de manoplas de hierro que atraía
balones a su humanidad como un imán, hombre de inmutable seriedad que mantuvo
con vida a los “Blues”, hoy vestidos de blanco. Chelsea resistió hasta el final, con una pared que resistió todos los temblores catalanes.
El plan de resistencia pudo ser quebrado tras un penal
marcado en el prólogo de la segunda mitad, en una jugada donde a Cesc Fábregas
le movieron la piscina en un encuentro con Didier Drogba. El árbitro turco
Cuneyt Cakir demostró falta de personalidad al derivar responsabilidades en su
asistente, quien estaba más lejos de la jugada que él. Pero la luz, el faro de
Lionel Messi que no había encendido ante el Real Madrid ni ante el propio Chelsea
en la ida, continuó apagado.
El argentino cobró el penal con potencia, pero el balón caprichoso
eludió la red y fue a darse un trompazo contra el travesaño. Tercer penal que
falla Messi en la temporada, los detractores que aseveran su ausencia en
partidos importantes tuvieron un motivo más para reforzar su tesis, y los
aficionados del Barcelona seguían frotándose los ojos y pellizcándose los unos
a los otros, como incrédulos ante el acto casi paranormal y exótico de ver al
mejor jugador del mundo con la cabeza gacha y enemistado con el gol.
Los últimos minutos se sucedieron temblorosos y con gotas de
sudor frío para los dos equipos. Los locales lo intentaron, pero Sergio Busquets
voló un tiro franco al 77’, Lionel Messi disparó al poste al 82’, Cech se
confirmó como el Minotauro del Chelsea con una soberbia atajada y Carles Puyol
cabeceó a las nubes. Todo Barcelona lanzaba pedradas al arco visitante, pero Fernando
Torres, el delantero que no mete goles, el fichaje de mayor déficit de los
últimos tiempos, se acordó de meter la pelota en la red tras un contragolpe de
cascarita. Con los jugadores de campo fuera de su zona defensiva, Torres enfrentó
a Valdés, se lo quito como un cono en un entrenamiento y sentenció la historia.
Chelsea tomó venganza del "Iniestazo" de hace tres años y tendrá la segunda oportunidad de entregarle a su caprichoso dueño ruso
la Orejona, ese trofeo tan esquivo al que Abramovich ha cortejado con millones
de dólares en los últimos nueve años, pero que nada más no quiere
corresponderle al dueño de Stamford Bridge.
El mundo adora cuando los hombres se convierten en reyes,
pero disfruta más cuando abdican. Se habla de fin de ciclo, del
final de una era, los medios y los aficionados contrarios al Barcelona ansían
ver el cadáver, tomarle fotografías, realizarle la autopsia y apartar el espacio
en el panteón para el entierro. Se necesita más tiempo para certificar el fin
de una gran generación que aún sigue jugando a gran nivel. Pero los golpes
propinados por Chelsea y Real Madrid son muy duros para ser ignorados. Aún con
esto, es preferible pensar que una semana de decepciones no borren cuatro años
del mejor futbol visto en décadas. Como se dice en el argot popular, “algún día
tenías que sufrir, Barcelona”, ya que no siempre se puede ganar. Sólo queda en el camino la Copa del Rey, un trofeo de consolación que a partir de ahora será asunto primario en Can Barca.
Me fascinó, te felicitó Carlos por tu crónica, mucho mejor de las que he leído en medios deportivos.
ResponderEliminarGracias, Timby, espero continuar con las crónicas y otros escritos. Reitero la invitación a colaborar.
EliminarEspèrense se puede cooperar? Yo tambièn quiero!
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